C U A T R I Á (pa la mano)

martes, 3 de enero de 2012


No voy a deciros que el juego de los bolos lo hubiéramos inventado nosotros. En Caborana. No. ¿Casi? Tampoco. ¡Quién sabe! Pero sí que se nos ocurrió bautizar con ese nombre a la situación generada tras arremeter con toda violencia, dispuesta a estrellarle la cara, a la bola arrojada con malaostia contra el inmóvil, a merced de la embestida, elemento de pedazo de palo y forma troncocónica, de esbelta constitución, en posición de “aquí me las den todas”. Reacción, contra acción. Es decir, la hijadeputa de la bola, contra el palo pasmado. Concluimos, por razones obvias y porque somos como somos, que si el agresor es redondo y bola, quien, impertérrito y gallardamente la espera, ha de ser un bolo. ¡Bolo! ¡Más que bolo! La transmutación de la l a la b, es decir, al bobo de cada día, apareció en escena en el segundo acto. Después.






Alguna reseña colocamos en el Blog, hace un tiempo, referido a este deporte autóctono, particularmente focalizada en el famoso internacionalmente Meeting de Buciello, traído a colación por la participación en el mismo de la guapa y cachonda italiana Giulianna la de Bérgamo, con la que mantenemos al menos una relación personal anual en el Restaurante que regenta, heredado de su abuelo, la Trattoiría D´Ambrossio, allá en Bérgamo, donde, cuando llega la hora del cierre, convierte su florido patio en una improvisada bolera para entreno personal y deleite de amigos y aficionados. Conserva buena mano para el pulgar, la jodida. Y el talle gracioso y juvenil de antaño. Con la espetera sobredimensionada, a punto de reventar los botones de su negra camisa. Es el gioco del bolo, dice ella con ese uso de la doble acepción de las palabras que la caracteriza, cuando se le insiste acerca de su elegante figura, a la vez que mueve el brazo con la mano cerrada adelante y atrás, sucesivamente, en simulación gráfica y elocuente del mete y saca. Bolos y bolas, para meter y sacar, no la han de sobrar. Seguro.







Buciello compartía instalación deportiva con la Bolera del bar de idéntico nombre y con la de los Antiguos Alumnos de los frailes, situada al pié de la bajada por la escalera de tres tramos que partía de la parte posterior de la capilla, a la altura de la carretera, y llegaba hasta el patio del Colegio, con estación intermedia en el acceso al local social de dicha Asociación. Y en todas ellas se practicaba el juego de forma popular y desinteresada, dando por resultado excelentes estrellas y aplaudidas jugadas. Los jugadores los reconoceréis en las semeyas que os iré colocando. De las jugadas os diré lo que entonaba la canción:


Al vete tirar al bolu,
vese que yes de Caborana,
porque, en pié, nun dexes ningunu,
aún faciéndolo con desgana.










Voy a hablaros ahora de uno de los mejores jugadores locales que yo recuerdo. De Senén, el de los Cuarteles. Curiosamente, lo conocí en Estocolmo. Tan lejos. En el mejor restaurante de la ciudad. En la plaza de Stureplan. En el Sturehof. No. No estábamos en ninguna fartura. ¡Qué va! No estaba al alcance de nuestros bolsillos. Me incorporé a trabajar a la trastienda del establecimiento, donde el vecino, que llevaba allí unos años, a partir de ese momento, compartió conmigo, durante bastantes horas, el castigo que otros llaman dignificación y que, en virtud de la gran estafa mundial que vulgarmente se identifica como la crisis, ahora es el mejor de los regalos posibles: el laboreo por cuenta ajena. En aquel momento, por cuenta de Marcus, el adinerado propietario del tinglado sueco.¡Mandacarayo!


Continuará.... (pal pulgar )