- - ¡Moreda!
Al camión se fueron incorporando más niños que son llevados en continuo traqueteo hasta Gijón. (Con 7 añinos, recordad). En un barco de carga, acopiado esta vez con pequeños humanos, son trasladados hasta Francia. Allí, los van moviendo de ciudad en ciudad, París incluida, hasta que terminan acercándoles al sur del territorio francés, a la costa mediterránea, donde, embarcándolos en otro invento flotante, con aquella edad mencionada, 7 añucos, son conducidos a África. Orán. Marruecos. Casablanca.
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El peregrinar no finaliza en el continente africano ya que, a bordo del Nyassa, son embarcados mas tarde para América. USA. Con 8 añinos, no más. Los trajeron de acá para allá por aquellas tierras lejanas y extrañas, teniendo varias posibilidades de adopción que siempre resultaban abortadas cuando el varón de la pareja adoptante se enteraba de su procedencia geográfica. Sin embargo, de una de ellas consigue el nombre y el apellido que va a ostentar a partir de aquel momento, Cole Kivlin.
Finalizada la guerra civil española, las autoridades estadounidenses empiezan una campaña de repatriación de los niños españoles.
- - A ver, Cole, tú, dónde dices que yes
- - De La Guelga
- - Y, ónde osties ta eso
- - En Asturies
Al no aparecer ninguna población asturiana con ese nombre y no poder localizar a ningún familiar suyo, Cole se queda definitivamente en USA. Deambula después por varios centros de acogida y se incorpora, sin cualificación específica, al trabajo. Como un americano mas, cambia permanentemente de ocupación, se echa novia, se casa, tiene hijos, se muda de vivienda, llega hasta la edad de jubilación y termina por ir a vivir a las afueras de la ciudad de Fort Worth (Texas).
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Hasta ese instante, Cole, había sido un ciudadano estadounidense. Nacido y criado en USA. Pero es, justo en ese histórico momento, cuando cuenta a su familia yanqui lo poco que recuerda, sabe y conoce de su origen. Era español. De Asturias. Más concretamente, de La Guelga.
El asombro dejó boquiabierto a todo su entorno, que se miraban sin reconocer, ni en ellos ni en su marido o padre Cole, ningún rasgo físico que les ayudara a salir de aquel estupor. Sí que les decía mucha gente que Cole tenía un cierto acento idiomático raro, impropio de la zona, pero tan familiar para todos ellos que no les mereció nunca tal apreciación consideración alguna. Así que, desde el cariño que le profesan los suyos, le animan a que se venga a España.
Ya en Moreda se hospeda en el Collainos y va pregonando, en su precario asturcastellano, quién era y qué buscaba.
- -¿La Guelga?
- - ¿La del 62?, ¿La guelgona?
Nadie lo identificaba. Lo que si recordaba Corsino era el trayecto que hizo desde su casa hasta el camión, con el paso del puente colgante y el cruce de las vías del tren. Así que se pone sobre la vía y comienza a caminar por ella hasta localizar el puente colgante perpendicular a la dirección de los raíles. Se agota en el intento, tras hacer varios kilómetros y no localizar el hito de ingeniería sobre el rio.
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La historia de Corsino es un supuesto de Memoria Histórica. Viva. Recogida de manera formidable por Luis Argeo, el de Castrillón, en su película CORSINO BY COLE KIVLIN, montada sobre el diálogo permanente y enfrentado entre los recuerdos de Corsino, con su voz yanqui en off, y las imágenes de la vida de Cole y familia en la lejana América. El Festival de Cine de Gijón pasó la película en dos sesiones. Se agotaron las localidades. En uno de los pases coincidimos varios alleranos. Al final, nos emocionamos. Era un poco nuestra historia. Y más al final, aplaudimos. Mucho. A Cole. A su mujer. A Corsino. A Castandiellu. A Argeo. E, incomprensiblemente, … seguíamos aplaudiendo. Ya estábamos nosotros solos en la sala. Nos aplaudíamos.