Va para un año que, a sabiendas de que Isongu había pasado una temporada en Los Apeninos, trasladado allí desde Roma para pasar un veraneo huyendo del fuerte calor del Lacio, conociendo la localidad donde había pasado el periodo estival y donde hoy existe lo que en el valle del Rio Negro llaman un Aula de interpretación Histórica ( ¡hay que jodese!, cuanta finura disimulá sobre les madreñes ), para allí encaminamos la marcha un par de ilusionados vecinos de Caborana, con cuatro acompañantes, a quienes supimos trasladar nuestra impaciente curiosidad histórica, para hacer efectiva la múltiple anuencia aventurera y dar con los antecedentes históricos que precisábamos para seguir ampliando nuestro conocimiento sobre el vecino Isongu y sobre, a través suyo, nuestra aportación al mundo de la romanización, aquí llamada, esquemática y declinativamente, Roma-Romae.
De la Ciudad Baja, nos habían recomendado que, ¡nada de visitas arquitectónicas!, nada, que lo que resultaba imprescindible era pasar por la Trattoria D´Ambrosio. Así que, obedientes, tras una jornada agotadora, hacia allí nos encaminamos con una alegre y esperanzada disposición capaz para enfrentarse a una singular cena. Había un llenazo de la ostia. Ya por los aledaños. Nada mas franquear la doble puerta de cuarterón del establecimiento, había una pequeña barra antigua de madera con una máquina registradora manual, enorme, desproporcionada para lo que era la encimera, detrás de la cual, con idéntica desmesura, un italianón de buena facha, iba despidiendo a la gente según asomaba la nariz y contestaba negativamente a la cuestión que él planteaba acerca de si se tenía reserva previa.
De todas formas, la curiosidad por conocer, aunque solo fuera de simple vista, la instalación, nos hizo pasar un poco del apuesto recepcionista, como si no lo entendiéramos, para adentrarnos furtivamente en el restaurante mientras el italiano gritaba:
- - Ascolto!!!!. Ascolto!!!!
Nosotros, ni palabra. A nuestra colectiva labor investigadora.
- - Ascolto!!!. Non e piude la transizione
- - Dagli straneiri. Una condizione non fa
Como que no iba con nosotros, fuimos pasando de la primera sala a la segunda mientras le oíamos al italianón en otro tono diferente, como que ya no nos gritaba a nosotros sino que advertía a otra persona de nuestra actitud, a la vez que azuzaba a alguien contra nuestra intrusión.
Sentimos acercarse, voz en grito, un agudo y penetrante sonido de laringe femenina, jurando, no en hebreo, sino en italiano. Cuando ya la teníamos casi al lado, no existiendo posibilidad alguna de huida y estando todos los comensales pendientes de nosotros, para hacer frente a la tempestad sonora, nos giramos al unísono como guiados por una orden militar.
- - Giulianaaaaaaaa !!!!!!!
- - Exiiiiiiiiiiii !!!!!!!!
4 comentarios:
Echámos de menos a Isongu. Y sus casos prácticos. Y sin calle en caborana, teniéndola Manasé. Que injustos somos con los nuestros. ¿Eh?
Vuelta la burra al trigo. A Isongu, que i dediquen la calle en Roma, nun te jode.
O mas lejos. Qué su madre!
O dos. Quita y pon.
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