- - No, no, Camarada Poveda. No. Que,…. que no me cuadran los números. Que es imposible que pueda elaborarlas ella.
- - Es decir, insinúas, Camarada Suardíaz, que estraperla con las prendas traídas furtivamente de no se sabe dónde. De Cazurrandia, por ejemplo. Joder, quitémosla de la circulación. Dejémosnos de contemplaciones.
- - Tampoco. Camarada Poveda, sospecho que alguien puede estar confeccionándolas. Y que ese alguien ha de ser muy próximo a ella.
Tras apresurados y embarullados registros, declaraciones interesadas y malintencionadas, golpes, presiones inmorales y altas dosis de violencia, acabaron encontrando a Pepe. Acto seguido fue trasladado a prisión. Lo mismo que su esposa y su cuñada. Fe, que es la que nos ocupa, a un penal de las Vascongadas.
“Obedecían órdenes”, dijeron mas tarde en los juzgados en Nuremberg, jeje.
Las condiciones en las que los tuvieron en la trena están perfectamente descritas por alguna superviviente y se pueden leer en internet. Espeluznantes. A mí me contaron, o sea que no lo leí, que las tenían, a temporadas, en celdas vacías, sin mobiliario ninguno, con una cuarta de agua sobre el pavimento de cemento. Días completos. Sin poder acostarse y con los pies metidos, horas y horas, en el agua.
Del maltrato recibido, de la humedad del ambiente, de la falta de sol, de la nula comida, y de las frías temperaturas, Pepe y Fe enfermaros gravemente. Y llegaron a regresar a Moreda, quedándose en el destierro Pura, que afincó los huesos en Éibar, pueblo guipuzcoano fronterizo con Vizcaya.
Pepe y Fe murieron enseguida. Pepe, en Moreda. Fe, en Boñar, a donde había acudido con la esperanza de intentar sobrellevar sus aquejamientos pulmonares.
A Pepín lo llevó consigo Pura a Eibar. Y allí realizó sus estudios técnicos. Trabajó. Encontró novia y programó casarse con una moza vasca de la localidad.
Invirtiendo costumbres no escritas, Pepín aporto a la ceremonia matrimonial el padrino. Y el padrino no podía ser otro que su primo Manolín, que se trasladó de Asturias a Eibar en un histórico e interminable viaje ferroviario de ida y vuelta. Moreda-Oviedo, en nuestro vasco-asturiano. Oviedo-Santander, en los Ferrocarriles Económicos del Norte. Santander-Bilbao, en el tren de vía estrecha que discurría entre ambas localidades. Y de Achuri a Eibar en el tren de Bilbao-San Sebastián. Echarle horas y transbordos. Pero merecieron la pena.
Estación de Eibar. Andén derecho. Con una reiteración de convulsos frenazos, a golpetazos, fue aminorando la marcha el trenecillo eléctrico. Manolín, recorrió con la mirada rápidamente todo el andén. No conocía a nadie. Lo mismo, no había llegado a poder de Pepín su carta y no le estaba esperando, pensó en una décima de segundo. En la siguiente, vio moverse a derecha e izquierda el brazo derecho de un mozón, con la gabardina bajo el brazo, y mirándole fijamente.
- - Manolínn, Manolíiiiiinnnnn
- - Pepíiiiinnnnnn
Pepín tuvo tres hijos varones. Y no volvió por Moreda hasta la muerte de su primo Manolín, situación de punto final que al poco tiempo le llegó también a él, cerrando aquel círculo familiar que nos trajo hasta aquí.
Sin embargo, este cuento no tiene, como la mayoría de los que nos relataban, colorín colorado, porque recuerdos, anécdotas, fotos, cariños de terceras personas y su historia permanecen presentes en la vida de los descendientes de ambos. Sus hijos. Nosotros.