COMO UN PATO POR EL MANZANARES (1)

sábado, 14 de noviembre de 2009


Recibí un correo electrónico en el buzón del Blog. Del monosílabo del remitente, deduje que era una mujer. Y por la estructura, forma y sintaxis, me pareció que tenía que ser joven. Tras varias contestaciones y reenvíos por la red, dado el interés mostrado desde el otro lado de la virtualidad por ciertos aspectos locales, quedamos en vernos en Caborana.

El próximo día 11, sobre las 12,30, por ejemplo.







La mañana soleada del día 11, un poco antes de las 12, la jornada convenida, entraba despacio con mi oscuro y sucio Subaru por Valdefarrucos. Pasada la Fuente Viaonga, me di cuenta de que no habíamos precisado el punto de encuentro. Solo: en Caborana. Así que, argumentándome que ella vendría también en automóvil, estacioné el mío en el aparcamiento del lado de la Iglesia. La mujer no podría hacer otra cosa diferente tampoco, reflexioné masculinamente.

A pesar de que aún faltaba media hora para las 12,30 convenidas, como habíamos quedado sobre esa hora, no exactamente en ella, y por si resultaba que la joven era tan puntual como yo, lo mismo podía ser aquella garbosa y desconocida chica que venía por la acera de enfrente, llegando a la altura de la Caja de Ahorros. Crucé precipitadamente la Carretera y la apunté con la mirada interrogativa precisa. Pasó a mi lado sin percibirme. Me giré para verla continuar su decidido caminar hasta la altura del Bar La Amistad. Cómo iba a ser aquella rapaza si aún faltaban 25 minutos para la hora acordada, ¡tonto!, me autotranquilicé.





Volví al espacio del aparcamiento. Me acerqué
a la baranda posterior y observé largo rato el Economato. O lo que hoy queda de él. Y me acordé y me ví corriendo, entrando, bajando, colgando de las barandillas …. Uy, ahí entra un coche en el aparcamiento. Lo conduce una mujer madura, de buen ver. Quizás me hubiera equivocado en la deducción de la edad. Normal, habían cambiado tanto las formas de las mujeres en estos últimos años. Era ella. Busca y rebusca en el desierto asiento del copiloto. Supongo que algún elemento identificativo, tal que un cartel con el: SOY YO. Parece desorientada. Sale del Ford y abre la puerta posterior derecha, de la que salta un alegre snhauzer salipimienta. No percibe mi presencia. Camina hacia la salida del aparcamiento, dejando el tiempo preciso para que el perro, con cada saludo, levantando marcialmente su pata derecha, marcara y humedeciera las ruedas de los pocos coches estacionados. También el mío. Corro a interponerme circunstancialmente en su paso. Pero solo consigo que sea el perro quien, a través de un ronco e impropio gruñido, me interrogue. Y tú, dónde ostias vas. Ella tira seca y enérgicamente de la correa y lo acerca a su presencia, acelerando el paso hacia la subida a Les Colomines. Quieto. No pasa nada. Tampoco tendría por qué ser la esperada. Estábamos aún a las 12, 17 horas.



..... Continuará



3 comentarios:

Anónimo dijo...

lo tienes jodido exiliau. Fue pa Moreda a comer les fabes... ye San Martín... y nun se acordó de tu cita.

Anónimo dijo...

No hace falta que hubiera ido para ningún lado. La sensación de pulpo aparcado en un garaje es real.

El tiempo lo distorsiona todo. Mirar las fotos, son de Caboorana, y son una referencia clara que complementa al contenido del texto.

Para mí, muy bueno

Anónimo dijo...

Hay mucho sportinguista encubierto