NUN HAY QUINTU MALU

sábado, 16 de julio de 2011



Hace ya unos años de esto.

Se habían tirado muchos trastos. Casi todos. También se habían dicho lo indecible. Agotaron el léxico. Su convivencia resultaba imposible. Lo sabíamos la mayoría de los caboranenses que participábamos en el papel de ávidos espectadores, cual fila numerada del Cantiquín, de todos sus públicos encontronazos. Los otros, los de puerta adentro, nos los imaginábamos de igual o mayor porte.

Cuando ya no tenían qué arrojarse, se separaron, privándonos de los espectáculos de calle que proporcionaban. Mi último recuerdo fue éste: Xuacu en la planta tercera, del portal 2, del Bloque 1, y Antona en la planta baja del mismo inmueble, con un cuchillo de corar en la mano derecha, en plan gore, gritando:

  • - ¡Baja!, si tienes cojones

Y todo el vecindario a coro:

  • - ¡Que baje!, ¡que baje!

Bajó mas tarde. Cuando Antona había desistido de su actitud bélica. Prometieron no hablarse más. Y desaparecieron del pueblo. Primero él. Más tarde, ella. Dejando una generalizada desazón en Caborana porque, por un lado, por separado, eran buena gente, y porque, por otro, no resultaba agradable que nos restregaran los de las localidades limítrofes la Leyenda de los famosos toriazos de Xuacu y Antona, como rasgos definitorios del carácter local. Del nuestro, claro.

La búsqueda de material documental acerca de las andanzas de Isongu, el nuestru, por Roma, Romae, me llevó hasta Lucca. Eso, y porque la bici es su único medio de transporte urbano. Y ya sabéis que a mí me chifla ese invento de dos ruedas y energía humana, transmitida mediante pedaleo, en forma de giro motriz, a la rueda posterior. Por allí deambulaba. Ya sabía hasta el baretto dónde mercar brebaje, por si fuera menester. Atardecía, cuando me acerqué a la plaza circular construida sobre un antiguo circo romano. Sentía barullo. Oigo un grito, similar al hurra en San Mamés al Atletíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii:



El tumulto estaba a la derecha de la imagen


  • - ¡Vivan los noviooooossssss!


Y la respuesta coral del stadium:

  • - ¡Vivaaaaaannnn!!!


Y, qué era lo que era lo que observaban mis ojos. ¿Xuacu?¿ Antona?.¿ Allli? Era la quinta vez que se casaban y para ese feliz retorno a la conocida institución matrimonial, habían elegido un sitio propicio para el sí, quiero. La Toscana. A unos pocos kilómetros de sus Colomines.

  • - ¡Vivan los noviooooossssss!
  • - ¡Vivaaaaannnnn!!!!


En ese momento los ojos de Antona y los de Xuacu adquirieron un brillo especial. Como si fueran primerizos. Comenzaban a hacerse visibles las primeras lágrimas, a la vez que se fundían en un tierno y afectuoso abrazo. Eran otra vez marido y mujer. Xuacu y Antona.

  • - ¡Vivan lo noviooooosssss!
  • - ¡Vivaaaannnnn!!!!!


La emocionante situación se rompió con el tronío de una gaita que arrancó al ritmo de una jota. Cada uno se fue incorporando a la melodía con lo que tenía más a mano. Algunos incluso vociferaban la letra:

Nel conceyu d´Ayer
anda la xente asustá,
porque nesta jodía boda
va manducase carne robá

Los huecos abalconados de los edificios que delimitan la plaza se llenaron de gente curiosa. Acabada la improvisada interpretación, aprovechando el silencio resultante tras el déjalo de la música y acompañamientos, Benxa, que no preguntéis la razón , pero, andaba por allí, le pregunta a una señora que se encontraba en el primer piso y podía oírle:

  • - Ehhh, ehhh, oiga, .. ¿molestamos?
  • - No, no. Qué va. Espectáculo gratuito


Buhardilla que tenían alquilada,
Xuacu y Antona,
para su quinta noche de bodas,
pero que a última hora cambiaron
por el cuartón de la prevención policial


El sonido de las sirenas de los carabinieri, cada vez más intenso, hacía presagiar que se aproximaban a toda ostia, por momentos. Y anunciaban un inesperado desenlace. Parece ser que habían identificado al ladrón.

Puede que hasta continúe......


TEATRAL VERANO

miércoles, 6 de julio de 2011


El verano ya llegó. Y todo son espectáculos teatrales. Teatro en la calle. Las noches del Grec. Almagro. Giras de las compañías por el estado. Y los esperpentos locales. Teatro.

Yo hace unos días que estuve en Avignon. Buscando teatro. Y lo primero que me encontré fue con el famoso puente donde se baila. El de la canción. Que por cierto, es el primero que conozco yo que, no llegando a ningún lado, ni a la otra orilla siquiera, cobran por acceder al mismo. Y, resultando un chasco de proyecto, ya lo veis, el ideólogo del mismo tiene una casa entre ojo y ojo. Y como la residencia papal queda cerca, le hicieron santo al proyectista. Ahora me pregunto yo, qué pasaría si publicitáramos al mundo nuestros puentes de Melendreros y Marianas. Que cruzan el rio. Son de estructura metálica roblonada. De proyectista conocido, Jéquier, discípulo de Eiffel. Que comparten el tráfico ferroviario con el peatonal. Que sirven de trampolín desde donde lanzarse hacia el islán.


Puente, que pagues al llegar y
que nun te lleva a ningún sitiu



Chamizu del inventor del original puente


En fin,… vecinos, que nunca supimos vendernos. A lo que íba. Iba al teatro. Y me resultó imposible acceder al mismo. Y eso que llevaba memorizado todo el teatro clásico francés. Pero allí, no funcionaba lo del clac.





Todo tiene una explicación . Yo me manejaba como nadie por los teatros de Barcelona haciendo de clac. Entrando gratis a las funciones teatrales a cambio de iniciar el aplauso en los momentos estelares de las representaciones dramáticas para arrancar efusivamente las palmas de todos los espectadores asistentes al evento artístico. Obedecía a la señal recibida desde una esquina del gallinero, clac, clac, clac,….. y acababa provocando el aplauso y alboroto general ( el de los de butaca también, por supuesto) . Y, a base de repetir obras y teatros, resultar un elemento familiar de los mismos, para acabar, por un lado, haciendo amistad con montadores, músicos, autores, y, por otro, conociendo los textos íntegros de las obras representadas, poder participar en pequeños números escénicos cuando se producía alguna ausencia artística indeseada. El cover,.. ¡Qué tiempos aquellos!


Y la explicación de todo está, como de muchas mas cosas, en Caborana , en nuestro desaparecido Teatro Olimpia, ya traído aquí a colación por su Ambigú y por el papel jugado por Manolín el Municipal en la recordada y accidentada representación de la ópera Marina.


Porque, mandagüevos, funcionaba en la capital catalana de idéntica manera que en Caborana. Curiosa y aparentemente, la persona de contacto que te seleccionaba y te daba el acceso a aplaudidor oficial nada tenía que ver con la estructura orgánica del teatro. En Barcelona, la mayoría de las veces estaba en el quiosquero más próximo, o en el paseante despreocupado de traje y sombrero, con el diario de la Vanguardia doblado bajo el brazo izquierdo. La habilidad del aspirante a clac debía de proporcionarle las funciones de detector. En Caborana, yo solo llegué a mantener relación en el carrín de Amparo, la hermana de Julina La Tana y Sidorín, la tercera en discordia por el maldito tocín. Y el santo y seña, en ambos lugares tan distantes, era el mismo: la frase determinante del desenlace de la trama representada, que, en caso de acertar, era apropiadamente contestada por el intermediario de turno, Alfred el del Romea o Amparo la del Carrín, entregándote el papelito, cada vez diferente, para poder acceder al interior del teatro.

  • - To lo que fixe hasta hora, preferiría nun habelo fecho…., pesada y tristemente iniciaba la conversación….

  • - cuando piensu to lo que fixiste, cabronazu, ganes me dan de arrefundiat´un ostiazu remataba ella, tras lo cual me daba una palmada en la espalda Amparo, a la vez que me facilitaba el paso a la sesión. Y yo le compraba una peseta de chufas, como agradecimiento no pagado.

Otras veces, al acercarte, el diálogo era opuesto, lo iniciaba él, o ella, dependiendo del lugar, Caborana o Barcelona:

  • - Cuando la naturaleza reclame tu espíritu o tu razón,…
  • - …. sabré que mi patria es el mundo y que los dioses lo presiden, como censores de mis hechos y de mis dichos, replicaba, de carrerilla, por supuesto, sin creérmelo.

Luego ya sabías que tenías que tomar escaleras arriba y situarte donde el apuntador te indicaba, la mayoría de las veces tras alguna butaca ciega, de tal forma que la trama la seguías a través de la voz, sin ver ni una esquina del escenario. Después, escuchar, representarte interiormente la escena y estar atento a la señal para empezar el aplauso que pusiera en marcha al coro palmeral de todos los asistentes.

A la salida un pitín celtascortosinfiltro, algún comentario, y esperar avispado para poder chulear alguna cañita en el colmado de la esquina.


Lo de mi papel de cover en la reposición del Séneca de Marsillach, iba a ser en otra entrega y se quedará conmigo para compartirla con los recuerdos del Romea.