TEATRAL VERANO

miércoles, 6 de julio de 2011


El verano ya llegó. Y todo son espectáculos teatrales. Teatro en la calle. Las noches del Grec. Almagro. Giras de las compañías por el estado. Y los esperpentos locales. Teatro.

Yo hace unos días que estuve en Avignon. Buscando teatro. Y lo primero que me encontré fue con el famoso puente donde se baila. El de la canción. Que por cierto, es el primero que conozco yo que, no llegando a ningún lado, ni a la otra orilla siquiera, cobran por acceder al mismo. Y, resultando un chasco de proyecto, ya lo veis, el ideólogo del mismo tiene una casa entre ojo y ojo. Y como la residencia papal queda cerca, le hicieron santo al proyectista. Ahora me pregunto yo, qué pasaría si publicitáramos al mundo nuestros puentes de Melendreros y Marianas. Que cruzan el rio. Son de estructura metálica roblonada. De proyectista conocido, Jéquier, discípulo de Eiffel. Que comparten el tráfico ferroviario con el peatonal. Que sirven de trampolín desde donde lanzarse hacia el islán.


Puente, que pagues al llegar y
que nun te lleva a ningún sitiu



Chamizu del inventor del original puente


En fin,… vecinos, que nunca supimos vendernos. A lo que íba. Iba al teatro. Y me resultó imposible acceder al mismo. Y eso que llevaba memorizado todo el teatro clásico francés. Pero allí, no funcionaba lo del clac.





Todo tiene una explicación . Yo me manejaba como nadie por los teatros de Barcelona haciendo de clac. Entrando gratis a las funciones teatrales a cambio de iniciar el aplauso en los momentos estelares de las representaciones dramáticas para arrancar efusivamente las palmas de todos los espectadores asistentes al evento artístico. Obedecía a la señal recibida desde una esquina del gallinero, clac, clac, clac,….. y acababa provocando el aplauso y alboroto general ( el de los de butaca también, por supuesto) . Y, a base de repetir obras y teatros, resultar un elemento familiar de los mismos, para acabar, por un lado, haciendo amistad con montadores, músicos, autores, y, por otro, conociendo los textos íntegros de las obras representadas, poder participar en pequeños números escénicos cuando se producía alguna ausencia artística indeseada. El cover,.. ¡Qué tiempos aquellos!


Y la explicación de todo está, como de muchas mas cosas, en Caborana , en nuestro desaparecido Teatro Olimpia, ya traído aquí a colación por su Ambigú y por el papel jugado por Manolín el Municipal en la recordada y accidentada representación de la ópera Marina.


Porque, mandagüevos, funcionaba en la capital catalana de idéntica manera que en Caborana. Curiosa y aparentemente, la persona de contacto que te seleccionaba y te daba el acceso a aplaudidor oficial nada tenía que ver con la estructura orgánica del teatro. En Barcelona, la mayoría de las veces estaba en el quiosquero más próximo, o en el paseante despreocupado de traje y sombrero, con el diario de la Vanguardia doblado bajo el brazo izquierdo. La habilidad del aspirante a clac debía de proporcionarle las funciones de detector. En Caborana, yo solo llegué a mantener relación en el carrín de Amparo, la hermana de Julina La Tana y Sidorín, la tercera en discordia por el maldito tocín. Y el santo y seña, en ambos lugares tan distantes, era el mismo: la frase determinante del desenlace de la trama representada, que, en caso de acertar, era apropiadamente contestada por el intermediario de turno, Alfred el del Romea o Amparo la del Carrín, entregándote el papelito, cada vez diferente, para poder acceder al interior del teatro.

  • - To lo que fixe hasta hora, preferiría nun habelo fecho…., pesada y tristemente iniciaba la conversación….

  • - cuando piensu to lo que fixiste, cabronazu, ganes me dan de arrefundiat´un ostiazu remataba ella, tras lo cual me daba una palmada en la espalda Amparo, a la vez que me facilitaba el paso a la sesión. Y yo le compraba una peseta de chufas, como agradecimiento no pagado.

Otras veces, al acercarte, el diálogo era opuesto, lo iniciaba él, o ella, dependiendo del lugar, Caborana o Barcelona:

  • - Cuando la naturaleza reclame tu espíritu o tu razón,…
  • - …. sabré que mi patria es el mundo y que los dioses lo presiden, como censores de mis hechos y de mis dichos, replicaba, de carrerilla, por supuesto, sin creérmelo.

Luego ya sabías que tenías que tomar escaleras arriba y situarte donde el apuntador te indicaba, la mayoría de las veces tras alguna butaca ciega, de tal forma que la trama la seguías a través de la voz, sin ver ni una esquina del escenario. Después, escuchar, representarte interiormente la escena y estar atento a la señal para empezar el aplauso que pusiera en marcha al coro palmeral de todos los asistentes.

A la salida un pitín celtascortosinfiltro, algún comentario, y esperar avispado para poder chulear alguna cañita en el colmado de la esquina.


Lo de mi papel de cover en la reposición del Séneca de Marsillach, iba a ser en otra entrega y se quedará conmigo para compartirla con los recuerdos del Romea.



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