SANTA BÁRBARA, BENDITA

lunes, 7 de diciembre de 2009





Dice la leyenda que Santa Bárbara fue una virgen y mártir cristiana del siglo III.

Se desconoce donde había nacido realmente. Si en Nic
omedia. Si en Heliópolis. Si en El Tarancón. Se sabe, eso sí, que era hija de un rey sátrapa, dando a sátrapa la acepción geográfica del término, es decir, la misma que nosotros atribuimos cuando decimos fía d´un rei cazurru, que queremos dar a entender que dicho reinado se encuentra mas allá del Pajares. O sea, que no lo entandáis como una rapaza descendiente de un rey ladino o despótico, sino que Santa Bárbara era hija de un rey de una región persa. De pallá lantrón.




Parece ser que era preciosa. Muy guapa. Alta. Esbelta. R
ubia. Elegante. Bien dotada. Y todos esos atributos físicos habían trascendido del círculo familiar y eran comentados y valorados por todos los varones del reino. Y, aunque con una apreciable sordera congénita, acabaron traspasando su pabellón auditivo los dimes y diretes locales sobre la joven, enterándose de todo ello el padre de las aspirante a miss Nicomedia, decidiendo recluirla de por vida en una torre de planta cuadrada de su propiedad, que solo tenía unos pequeños huecos de ventilación a nivel del piso de la tercera planta. Y allí la dejó recluida cuando partió, el rey sátrapa, para una larga, cruenta y lejana guerra.




Ausente el padre, Santa Bárbara ordenó construir en tres de los laterales de la torre otros tantos grandes ventanales que permitieran visualizar en todo momento su belleza y movimientos desde el exterior. Como no tenía cortina
s, también resultaron de pública, gustosa y plausible visión sus desvestidos nocturnos a la luz de una amarillenta y zigzagueante tea, al acabar cada jornada.

Las aglomeraciones de jóvenes, menos jóvenes y mayores a la hora del poniente y del levante del astro rey, en el entorno de la torre, eran monumentales, y podrían asimilarse hoy a las manifestaciones pro vida madrileñas ( un par de millones, cada día, según apreciaciones de la diócesis de entonces).






Pero, terminó la guerra. Y volvió el padre sátrapa. Y observó de lejos el gentío. Y que sus miradas no se apartaban de los grandes ventanales. Y acabó descubriendo la silueta de su hija. Así que, aunque le costó abrirse paso, a empujones, logró acercarse hasta la entrada de la torre. Ya dentro, interrogó a su querida hija.

  • Pero, Santa Bárbara, qué pasó aquí.

  • Nada.

  • Cómo que nada, y ¿estos huecos?.

  • Nada, padre, tuve que abrir estos ventanales.

  • Y, ¿no bastaba con uno?,¿nada mas que tres?.

  • Sí, tres; responden a un mandato divino.

  • Cómo dices, ho.

  • Sí, padre tuvieron que ser tres: uno para cada una de las figuras de la Santísima Trinidad.

  • ¿Tini…?.


  • Tini, no. …Trini: Padre, Hijo y Espíritu Santo.



Debéis deducir que, a pesar del esfuerzo y de los detalles improvisados por Santa Bárbara, el rey sátrapa no se tragó la disculpa. Y, no solo cerró inmediatamente los ventanales ante el sonoro abucheo de los allí convocados ( asííí, asíií, así nos ciega el rey ) , sino que la llevó personalmente ante el juez, que fue quien dictaminó su decapitación.






El otro Juez, el que todo lo puede, con una idea distorsionada del asunto, por lo que se deduce, para aliviar la pena del padre, le envió un rayo que le alcanzó de lleno, originándole la muerte súbita y fulminante.


Hubo de ser ese rayo divino, el que mató al rey sátrapa, el que relacionara, de forma impropia, a la moza con los explosivos, hasta el extremo de llamar a los depósitos de las municiones y de las metrallas genéricamente como santabárbaras. Y también, como sabéis, por eso repasamos su historia aquí, es la patrona de los mineros, tra la ra la rá, tra la rá.






El pueblo, desorientado, como siempre, invoca a Santa Bárbara cuando truena. Ignorante de los hechos históricos secuenciales. Y es que, pobre Santa Bárbara, ¡qué va a saber ellas de truenos, relámpagos y rayos!, si la mataron antes de que aquellos desplegaran sus perniciosos efectos. En fin, que convendría aconsejar, si acechan rayos, pedir la intervención del sátrapa, que él es el verdadero conocedor de todas sus consecuencias. Hasta de las mortales.

Hay otra visión de Santa Bárbara, que la relaciona con el sincretismo y con la santería, representándola como la deidad del rayo ( otra asignación impropia que tuvo que aguantar in eternis la hija del fulminado rey sátrapa ) que, para que no provocar un empacho de santidad, la dejo para una próxima entrega.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Decíalo mi güela:

De dineru y santidá, la mitá de la mitá

Anónimo dijo...

Un poco pingu.