POR UN PUÑADO (2) DE EUROS

martes, 22 de marzo de 2011


Leo a Marías, y hace tiempo que intento aclararle una cuestión. Pero, no se me pone (al teléfono). Siendo de ciencias, hay cosas que no me cuadran. No hasta el extremo de un amigo mío, ingeniero él, que cuando coincidimos en el teatro en algún concierto, lo primero que hace es efectuar el apresurado cálculo mental del contenido económico del evento. Estamos sentadas doscientas personas. En el escenario hay más de cien. Vienen, instrumentos y músicos, de Casadiós. Y nosotros solo pagamos 6 €. Es imposible, dice, al tiempo que el concertino de la sinfónica afina mediante un largo ronroneo a los maestros de cuerda y viento. Tampoco a él le cuadraba. Y ese galimatías se le colaba perversamente entre la armonía de la sinfonía en re menor para desafinarle y joderle el concierto.

Para mí, también dos y dos no suman cinco. Me explico. Dice el Marías en uno de sus artículos semanales, en relación con el manoseado tema del pirateo informático en internet, que a él, de cualquier novela impresa, de los 22 € que nos cobran a los destinatarios finales del producto en cualquier librería, le llegan solamente 2 €. El resto de los otros 20 € hay que imputárselos a la escasez de recursos naturales en forma de talas arbóreas, a la producción de papel, a las labores de imprenta, al transporte, a la logística de almacenamiento y distribución, a la mediación del editor, a la ganancia del titular del local comercial de venta y a algún detalle mas que, a propósito, se me escapa.

Hablemos del libro digital. Me imagino que Marías querrá cobrar, como mucho, lo mismo que cuando su novela tiene forma de libro. Es decir, 2 €. Sigamos. No precisamos ni bosques que talar ni leñadores que hagan la faena de corte. Tampoco la celulosa de Navia. Ni el servicio tipográfico de la imprenta de Paquirri. La logística de distribución es semiautomática. El almacenamiento de los ejemplares no necesita de naves industriales en ningún polígono de la periferia de Barcelona: pasa a ser virtual y se ubica en una página web. La librería está en nuestro salón. Y la cajera del mostrador que nos hace el servicio de venta y cobro es la pantalla de nuestro portátil Vaio. Es decir, todo ello con coste próximo a cero, que en un alarde de desprendimiento, tirando la casa por la window, podríamos redondear en 1 €.

Al grano. Y al final de la operación. ¿Cuánto creéis que nos pide el ordenador por facilitarnos el acceso al archivo punto doc del texto? ¿2,2 €? No. ¿3 €? No. Más, más. Exagerando, ¿5 €?. ¡Nanai del peluquín!. 14 eurazos. CATORCE. Entonces, ¿quién se queda con los 11 € restantes? Nos lo imaginamos todos, seguramente el mismo que se lo lleva si el libro fuera impreso. ¡Ladróooon!






Por eso pienso que estamos todos legitimados para piratear y distribuir el material furtivamente obtenido. Porque tiene que tener perdón quien roba a tamaño ladrón. Y, además, la historia aplaude a los Robinjuces. Así que pirateemos, pasémonos archivos, disfrutémoslos leyendo y, oye, ¡qué le vamos a hacer!, que el Marías se quede, por defender lo idefendible, sin sus merecidos 2 €.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pirata. Siempre lo fuiste un poco. Desde ahora, con diploma.
Yo, me apunto a tu banda

Anónimo dijo...

Y YOOOOOO