M O T E

martes, 29 de marzo de 2011


Esta tarde me trasladó un vecino, conocido, y no sé si decir que amigo, que le había parecido mal una referencia del Blog a su mote. Como,.. que se habían traspasado varios puertos. Pedí disculpas, que era lo único que podia hacer en aquel momento y luego adquirí el compromiso de retirarlo nada mas llegar a casa.

Pues acabo de llegar. Prendí el ordenador, pensando dar inmediatamente con la entrada en la que había el desliz indeseado. Pero, entre las trescientas y pico, no doy con ella. Y como no tengo forma de ponerme en contacto con él, como pienso que él seguirá leyendo el Blog, necesito que me traslade, de la forma que le apetezca, la referencia del artículo citado. Quiero cumplir mi palabra.

Al margen, el contenido del Blog, me cuesta reconocerlo, es solo ficción. Historia. Que será mas buena y científica, cuando mas trolas cuente. Por eso, no deben tomarse las cosas al pié de la letra. Porque, joder, tendré que acabar descubriéndolo: Viriato, aunque lo dijera la Enciclopedia Alvarez, no era de Caborana. ¿De acuerdo?


POR UN PUÑADO (2) DE EUROS

martes, 22 de marzo de 2011


Leo a Marías, y hace tiempo que intento aclararle una cuestión. Pero, no se me pone (al teléfono). Siendo de ciencias, hay cosas que no me cuadran. No hasta el extremo de un amigo mío, ingeniero él, que cuando coincidimos en el teatro en algún concierto, lo primero que hace es efectuar el apresurado cálculo mental del contenido económico del evento. Estamos sentadas doscientas personas. En el escenario hay más de cien. Vienen, instrumentos y músicos, de Casadiós. Y nosotros solo pagamos 6 €. Es imposible, dice, al tiempo que el concertino de la sinfónica afina mediante un largo ronroneo a los maestros de cuerda y viento. Tampoco a él le cuadraba. Y ese galimatías se le colaba perversamente entre la armonía de la sinfonía en re menor para desafinarle y joderle el concierto.

Para mí, también dos y dos no suman cinco. Me explico. Dice el Marías en uno de sus artículos semanales, en relación con el manoseado tema del pirateo informático en internet, que a él, de cualquier novela impresa, de los 22 € que nos cobran a los destinatarios finales del producto en cualquier librería, le llegan solamente 2 €. El resto de los otros 20 € hay que imputárselos a la escasez de recursos naturales en forma de talas arbóreas, a la producción de papel, a las labores de imprenta, al transporte, a la logística de almacenamiento y distribución, a la mediación del editor, a la ganancia del titular del local comercial de venta y a algún detalle mas que, a propósito, se me escapa.

Hablemos del libro digital. Me imagino que Marías querrá cobrar, como mucho, lo mismo que cuando su novela tiene forma de libro. Es decir, 2 €. Sigamos. No precisamos ni bosques que talar ni leñadores que hagan la faena de corte. Tampoco la celulosa de Navia. Ni el servicio tipográfico de la imprenta de Paquirri. La logística de distribución es semiautomática. El almacenamiento de los ejemplares no necesita de naves industriales en ningún polígono de la periferia de Barcelona: pasa a ser virtual y se ubica en una página web. La librería está en nuestro salón. Y la cajera del mostrador que nos hace el servicio de venta y cobro es la pantalla de nuestro portátil Vaio. Es decir, todo ello con coste próximo a cero, que en un alarde de desprendimiento, tirando la casa por la window, podríamos redondear en 1 €.

Al grano. Y al final de la operación. ¿Cuánto creéis que nos pide el ordenador por facilitarnos el acceso al archivo punto doc del texto? ¿2,2 €? No. ¿3 €? No. Más, más. Exagerando, ¿5 €?. ¡Nanai del peluquín!. 14 eurazos. CATORCE. Entonces, ¿quién se queda con los 11 € restantes? Nos lo imaginamos todos, seguramente el mismo que se lo lleva si el libro fuera impreso. ¡Ladróooon!






Por eso pienso que estamos todos legitimados para piratear y distribuir el material furtivamente obtenido. Porque tiene que tener perdón quien roba a tamaño ladrón. Y, además, la historia aplaude a los Robinjuces. Así que pirateemos, pasémonos archivos, disfrutémoslos leyendo y, oye, ¡qué le vamos a hacer!, que el Marías se quede, por defender lo idefendible, sin sus merecidos 2 €.



C O U L O R S

miércoles, 16 de marzo de 2011


Ya había finalizado la serie de entradas de Los Frailes. Con un poco de historia, y alguna foto. Debo añadir esta semeya. Por dos razones. Porque fue el inicio de las fotos en color. Y porque en ella está Lucio







¿ QUÉ QUEDA ?

miércoles, 9 de marzo de 2011







El Carnaval era una celebración pública y pagana que se hacía antes de la llegada de la cuaresma cristiana, como para pillar aire ante la tamaña austeridad que se anunciaba.

Tenía dos características principales: era una fiesta de calle ( en contraposición de las fiestas familiares ) y, fundamentalmente, era una diversión de transgresión social.

A estas alturas de la historia, la calle ya no es lo que era: están todas asfaltadas, con encintados de acera mediante gruesos bordillos de granito, con costosas farolas de hierro fundido y con mobiliario urbano de diseño. Y, con esas características físicas , como que hay pocas o nulas apetencias de tomarla, habiendo motivos objetivos sobrados para hacernosla propia de una vez.

Si la transgresión se interpretaba como la vida puesta del revés, en la que, durante el tiempo convenido, uno podía cambiar de sexo, ser decente sin haberlo intentado nunca, ponerse un tricornio sin poseer bigote ni ser guardión, bendecir urbi et orbi sin estar dado de alta a la conexión divina, ponerse un hábito para justificar el acercamiento infantil, embarazarse vía Espíritusanto, es decir, sin probarlo, etc, …. si era todo eso, puede decirse que hoy todas esas situaciones están ya institucionalizadas: los cambios de sexo los televisan y cotizan al alza, montándoles un espacio televisivo a los sujetos mutantes para que muestren sus/nuestras vergüenzas; los decentes están defenestrados de los cargos públicos acusados de falta de sabiduría emocional; las relaciones de los frailes con los guajes están en los tribunales; el Espíritusanto cambió su disfraz colúmbido por el de la reproducción in vitro y lo prescriben en la Seguridad Social; …


Payasos locales


¿Qué queda? Desfiles monumentales delimitados por cientos de espectadores, con algunas carrozas, acompañados de ritmos extraños de inacabables y reiterativos chim-pam-pum, donde solo son válidos los disfraces colectivos de deslumbrantes coloridos, en un intento universal de uniformidad generalizada. Aquí. Allí. En Cadiz. Y en Tenerife. Xixón.

Por eso el Blog, que fue un entusiasta de esta fiesta, incluso en tiempos predemocráticos desde el Ajoblanco y más tarde pregonando sarcásticamente acerca de nuestros atributos carnavalescos en algún conocido y publicado contrapregón, se pliega hasta el pote y el compango. Eso sí, rematado con frisuelos recién fritos.


(1)

L´otru día na Escombrera
vimos un burru mui grande.
Tuvimos que comelu,
pa nun morimos de fame

Nel pueblu Caborana
vamos a ser mui lucíos
porque quítennos les lluces
de los palos mas torcíos

Y, con el nuevu allumbrau
que poniéndonos tan,
como tién mas potencia,
hasta los ciegos verán.


(1) Muestra de Copla de carnaval interpretada por la Murga de Caborana en los años treinta y premiada en los Carnavales de Gijón



E V O L U C I O N A M O S

martes, 1 de marzo de 2011


Evolucionamos. En Caborana, también. Permanentemente. A tometer. Y el continuo cambio progresivo se manifiesta claramente en los estándares personales de relevancia social de cada momento histórico. Parámetros que pretendieron diferenciar, claramente y sin ningún género de duda, al distinguido de la plebe. Siempre. Utilizando como método, la confrontación entre haberes y necesidades.





Retrotrayéndonos al tiempo de nuestros padres, en épocas conocidas como de la fame, la prestancia social, en contraposición con la ruindad general, la proporcionaba el estar gordo. Obeso. Sonrosado. Mofletudo. Con mucha carne. Mantecoso. Esa simpleza, enfermiza y física, servía de distinción.

Superado aquel período, cuando toda la población tuvo acceso, vía Economato, al pan, aceite, azúcar, patatas,.., mediante el trueque, a pelo, de los productos alimenticios por el salario mensual de la Empresa, no pudiendo establecerse diferencias físicas aparentes entre las personas, mas allá del guapo-feo, los distinguidos caboranenses, para hacerse notar, recurrieron a la máquina. Y se comenzó el mercadeo selectivo de coches. Primero, cuatros-cuatro, cincos-cinco y seiscientos. Luego ochocientos cincuenta. Mas tarde, ciento veintisietes y simcas mil. Dejo al margen, deliberadamente, el morris inglés que le tocó en un sorteo a Fredo el de los Arradios. Trastos, todos ellos, que no estaban al alcance del ciudadano de base. Del mineru.

Coetaneamente con la motorización singularizada y con el paseo por la carretera, arriba y abajo, de acelerón en acelerón, con el codo izquierdo fuera de la ventanilla, supuso un plus distintivo en el pueblo la pertenencia al Casino, precisando, inicialmente, que no todos los propietarios de vehículos eran socios del Casino, y no todos los miembros de la Entidad estaban motorizados. Excepciones por ambas partes, que confirmaban la situaciones descritas, la distintiva y su contraria.
Con el pago de una modesta cuota se tenía acceso a: una barra compartida con la gente bien y con los poderes fácticos de la localidad, se podían jugar partidas de cartas con barajas nuevas, intercambiar las pesetas de bolsillo en acalorados juegos de envite, poner apodos o motes a los vecinos de la otra acera, y asistir a sesiones, en pase privado, con el inigualable Kaniska. En fin, a una programación de un Centro Cultural concienzuda, variada, estudiada, estructurada, versada y suficiente como para distinguir per se.







El cambio de directivos en la Entidad Cultural, el traslado de la sede social del distinguido local de planta baja de la Carretera a la primera planta de un inacabado edificio de ladrillo hueco doble sin revestir, la apertura incontenible a nuevos asociados, muchos de ellos facilitados por la vía parental y de casamiento de jóvenes de una parte y de otra de la carretera, fueron las causas por las que empezó a correrse la especie de que el Casino ya no era lo que fue. Hubo deserciones. Y cierto choteo, desde el, mas analítico y crítico, otro lado. Y determinada gente empezó a no dejarse ver, en horas diurnas, accediendo o saliendo del local social – de noche, seguían siendo pardos todos los raposos -.. Y a cambio, pipa en ristre, en dicho horario, se paseaban por el pueblo, cargados de libros. Había que tener libros. Y exhibirlos. Lo de leerlos, vino después. Apareciendo en escena nuestros intelectuales.


Los que leyeron alguna página de aquellos libros o de otros prestados gustosamente por Flora la bibliotecaria, memorizando máximas ajenas, se incorporaron al naciente despertar político. Y, por incompetencia propia, no pudiendo aportar por otro mecanismo laboral ningún valor añadido a la sociedad, se hicieron profesionales de aquello. A codazos. Echándole mucho morro. Abjurando de principios anteriores. Aferrándose a sus privilegios. Desobedeciendo razones. Con comportamientos despóticos. Ya los reconocisteis, seguramente. Son nuestros representantes. Nuestros políticos. Nuestros alcaldes. Y llevamos dos. El último, el Eterno. El que piensa abdicar en su yerno.


Desde la inopia que representa la suposición de que todas las aceras eran más amplias que la Cera Ancha, la sociedad caboranense se convirtió en un intercambio permanente de compro-vendo-cambio. Vorágine capitalista local. Y, ¡vale más, quien más tiene! Al amparo de esa filosofía y de la nueva estructura política comandada por un gobernante de la localidad, emerge un espécimen nuevo en el pueblo. El que se favorece de las decisiones de los dirigentes sacando tajada en connivencia con ellos, generando dinero suficiente para todos. El del enriquecimiento veloz. Recalificando. Adjudicando a dedo. O privatizando servicios. Son los especuladores. Sí, éste y aquel. El otro. Más el Chanqueiro.







El resultado final, al que no se le ve salida y que llaman los especialistas genéricamente crisis, es el de una población harta. Fartuca, focalizandola localmente. Descontenta. Recelosa. A la que, para mas inri, se le acusa de ser la causante de la desastrosa situación general por haber encumbrado al poder a aquellos desvergonzados dirigentes y, lógicamente, se le castiga con el soporte del coste de la recuperación y del desaguisado generado por la suma de las dos últimas especies evolutivas, políticos y especuladores, surgiendo, como consecuencia, un variopinto entramado social de licenciados, estudiantes, profesionales, artistas y jóvenes, que han de cobijarse en el paraguas de las prejubilaciones familiares. Precaristas laborales. Expectantes, todos ellos, de la lotería de un trabajo remunerado. Son como una epidemia. Nuestros parados.


Y, … resta y sigue.